La sensibilidad electromagnética es un trastorno tan incapacitante como desconocido, a pesar de que cada vez son más las personas que la padecen. Los afectados se sienten muy enfermos cuando viven o están cerca de campos electromagnéticos procedentes, por ejemplo, de redes wifi o teléfonos móviles.
La sensibilidad electromagnética puede provocar fibromialgia, fuertes dolores de cabeza, vómitos, fatiga crónica, insomnio, o alteración de la concentración.
Este trastorno, cuyos signos aún no han sido definidos como una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuenta sin embargo con una resolución europea, la 1815, que se hace eco del tema.
En esta resolución se recomienda a los estados miembros del Consejo de Europa que tomen medidas razonables para reducir la exposición a los campos electromagnéticos, especialmente a las radiofrecuencias emitidas por las telefonías móviles y en particular a la exposición en niños y jóvenes.
También pide la resolución que se preste especial atención a las personas “electrosensibles” que sufren de un síndrome de intolerancia a los campos electromagnéticos y que se introduzcan medidas especiales para protegerlos, incluida la creación de zonas libres de onda no cubiertas por la red inalámbrica.
La sensibilidad electromagnética tiene ya tratamiento de discapacidad en Suecia, y en Austria han establecido directrices para su tratamiento, mientras que Francia prohibió hace unos años redes de wifi en las guarderías.
En España, los tribunales ya han dictado alguna que otra sentencia concediendo la incapacidad permanente por este trastorno.
Sensibilidad electromagnética: mujeres, niños y mayores
Para Joaquim Fernández Solá, médico del Hospital Clinic de Barcelona y experto en el diagnóstico de enfermedades de Sensibilización Central, como la electrohipersensibilidad o la sensibilidad química múltiple, se trata de un trastorno que se produce esencialmente por una disfunción del cerebro, y afecta más a mujeres, niños y adolescentes, personas mayores o pacientes con enfermedades crónicas como el cáncer.
La sensibilidad electromagnéica es un trastorno, esto quiere decir, explica, que se presenta como un conjunto de síntomas y signos aún no definidos como una enfermedad por la Organización Mundial de la salud (OMS) , “pero que en términos prácticos es equivalente”.
“Hay personas que son más sensibles que otras cuando se exponen o están cerca de campos electromagnéticos normales, como a los que nos enfrentamos todos en nuestro día a día, y no estoy hablando de altas frecuencias”.
Estas personas más sensibles desarrollan síntomas que pueden ser muy diversos.
Según este especialista los más frecuentes son los irritativos cutáneos, enrojecimiento, sequedad de mucosas, irritación nasal, ocular, faringe, disnea, náuseas.
También se dan síntomas neurológicos: dolor de cabeza, insomnio, irritabilidad, alteración de la concentración, fatiga, “y es muy frecuente esta sensación de fatiga cuando se exponen a campos electromagnéticos que no les deja continuar una actividad”.
“Estos síntomas suelen ser identificables, aunque ninguno de ellos es específico, es decir tener dolor de cabeza no es específico de esta dolencia”.
“Pero cuando hay una clara correlación porque se desarrollan a la exposición de estos campos y mejoran cuando los evitan y aparece ante diferentes fuentes de emisión electromagnética, por ejemplo cuando usan el móvil o están cerca de un microondas, o mucho rato ante una pantalla, es decir cuando tienes una exposición cotidiana y aparecen síntomas y duran más de tres meses porque es un hecho crónico, estos se denomina electrosensibilidad”.
Según el experto se definen por criterios clínicos: “El criterio de definición es clínico y no tenemos problemas ni errores, siempre y cuando analicemos también que el paciente no tenga otras enfermedades que lo justifiquen”.
Por ejemplo un paciente psiquiátrico, obsesivo con este aspecto y con otras cosas, como lavarse las manos o no pisar las rayas de las baldosas, “se tiene que analizar como diagnóstico diferencial para descartar otras enfermedades que justifiquen este fenómeno”.
Disfunción del cerebro
De acuerdo con Fernández Solá, este trastorno se produce esencialmente por una disfunción del cerebro: el cerebro amplifica una respuesta y la hace anormal, es decir todos recibimos estímulos del entorno, también estímulos electromagnéticos y los integramos y los reconocemos, por ejemplo un ruido.
“Pero cuando la fuente se percibe ampliada, por ejemplo como cien veces más, el cerebro detecta una explosión de sensibilidad, es decir es como si tuviera un exceso no tolerable de estímulo y esto se puede detectar con pruebas parecidas al electroencefalograma, pero mucho más sensibles” .
Se pueden hacer también resonancias funcionales que detectan como el cerebro da una respuesta más amplificada y da connotaciones incluso de alerta, como una respuesta de estrés, y mucho más intenso.
El problema para estas personas es que los wifis, inalámbricos o redes de telefonía móvil han crecido exponencialmente en los últimos años, “y esto hace que sea intolerable para ellos”.
Hay un término que se llama abdicación, es decir que el cuerpo no es capaz de asumir la intensidad, es la falta de tolerancia a estímulos que les resultan excesivos y no todo el mundo responde igual.
Base genética
Aquí, añade este experto, estamos hablando de personas mas sensibles: ”existe el concepto de persona hipersensible, son personas que genéticamente tiene predisposición a tener una respuesta amplificada, esto está en la biología de todas las enfermedades, hay quien no tolera el gluten, o el sol, ruidos ...”
Hay, afirma, una base genética y aproximadamente lo padece una de cada mil personas de la población en general.
“Y también sabemos que hay grupos de población que son más sensibles, por ejemplo las mujeres, porque los estrógenos, que tienen más las mujeres que los varones, sensibilizan más el cerebro a este tipo de estímulos y a otros, como los químicos”.
Los niños también son aproximadamente un 40% más sensibles que los adultos hasta la adolescencia, y la tercera edad o pacientes con enfermedades crónicas, como cáncer, también.
Por lo tanto, refiere Fernández Solá, sabemos que hay unos factores de predisposición, sabemos que nuestra sociedad ha estado inmersa en un proceso exponencial de exposición que nadie ha demostrado que sea seguro, esto es muy importante, porque se ha roto el principio de precaución, y esto lo dice la Comisión Europea.
Tenemos un problema
“Lo que pasa es que estamos en una sociedad en la que no interesa esto y probablemente no hemos llegado al punto crítico, es decir la cantidad de beneficios que genera el uso de esta tecnología, supera en mucho los perjuicios; es como en el tabaco, hasta que no muere mucha gente no se hace nada, y aquí vamos a tardar más, porque evidentemente estamos hablando de la industria que está en el top de la economía mundial, y claro tenemos un problema”.
“Soy un médico de hospital general de medicina interna, que como otros médicos somos sensibles a las enfermedades emergentes, hay que atender a la paciente que viene aunque no es fácil porque los sistemas sanitarios no atienden específicamente estas enfermedades”.
Explica Fernández Solá que en Cataluña hay desde junio unidades de sensibilización central y se ha puesto en marcha un programa de la Generalitat de sensibilización central que engloba la sensibilidad electromagnética, la química, la fatiga crónica, la fibromialgia.
También señala que hay un aumento exponencial.
Los pacientes con sensibilidad eletromagnética, explica, interpretan ellos mismos lo que les pasa, porque se dan cuenta que cuando no están, por ejemplo, delante de una antena telefónica están mejor, y además son pacientes que su vida se altera mucho.
“No es una enfermedad banal, es una enfermedad que altera la calidad de vida , y no les permite a a veces ni trabajar”.
Recuerda este experto que que ya hay sentencias de incapacidad laboral aquí en España.
Señala además que el problema que tenemos “es que estamos aumentando por ejemplo del 4G al 5G en telefonía y esto supone cuadriplicar la exposición, es decir estamos aumentando esto sin tener una garantía de que no afecta a la salud, al contrario, diría que tenemos la evidencia de que si afecta”.
“No se trata de ir contra el progreso y el desarrollo, en absoluto, se trata de racionalizarlo, igual que pasa con la contaminación ambiental o los alimentos que comemos, por lo tanto es un tema que necesita más información, discusión y un planteamiento serio, porque sino estamos incrementando una exposición que ya se ha demostrado es nociva y esta afectando a mucha gente”.
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